El calor del Sur
A medida que hace más calor se va apoderando de mí la sensación de que de verdad estoy en el corazón del Sur. Ese Sur confederado, perdedor, decadente, que en las películas ambientadas a finales del XIX o principios del XX siempre transmite esa sensación de bochorno. Una de esas ciudades donde la burguesía local sabe que ya ha pasado su momento de esplendor, pero que guarda la compostura aguantando el calor en sus blancos trajes de lino, paseando por calles ardientes mientras dignamente saluda a sus convecinos, que buscan un poco de movimiento en el estancado aire de la tarde, casi dormitando en sus porches de columnas griegas. Todo eso, cada vez más, creo que alguna vez ha pasado en Richmond. De alguna manera ese espíritu subyace en la ciudad: la decadencia bajo la sombra de la vecina Washington, la capital vencedora y próspera; las casas de otra época que recuerdan lo que pudo haber sido; el calor que empieza a sentirse y que pronto ralentizará toda la vida de la ciudad... De momento es una sensación, pero quién sabe si pronto tendré que comprar un traje de lino blanco para dar mis paseos por la ciudad.
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